Entre rascacielos de aburrida aristocracia caminaba esa tarde de martes, señoras que manejaban su lujomóvil con el perro de raza sobre su falda, conversaciones de bellas herederas de patrimonios y casas de campo, masticaban inentendibles palabras, como si fuera mucho chicle, en fin lo de todos los martes, a veces creo que mis sentidos están muy alertas a estas banalidades, pero también pienso que de alguna utilidad me debe servir, supongo.
Trabajar de empleado de comercio en un barrio tan poco barrio como este requiere un poco de paciencia, pero sobre todo, mucha cara de autómata, con eso esta todo cubierto, o casi, lo único que se es que tratar con tantos rostros desconocidos a diario te va transformando de a poco, es imposible permanecer ajeno a tanto trato humano, por mas ínfimo que sea, uno aprende a manejar ciertas situaciones ridículas, sin estallar de risa o reaccionar violentamente o sucumbir ante los nervios de ciertos seres con personalidades tan prepotentes como tramposas, es cierto, cada persona es un mundo sin descubrir, mi propia persona me es ajena a mi misma, muchas veces…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario